viernes, 20 de julio de 2007

VIVIENDO CON FAUSTO...

Teatro en la casa de Edgard Guillén

Hace quince años Edgard Guillén tomó la decisión de convertir la acogedora sala de su casa en lo que un viejo periodista, Christian Vallejo, ha llamado el teatro más pequeño del mundo, donde a duras penas ingresa una veintena de personas para ver y apreciar los unipersonales creados por este reconocido actor.

¿Qué llevo a Guillen a enclaustrarse en la intimidad de su hogar, aislado del medio teatral convencional? ¿Es acaso una actitud de autoexclusión en rechazo al medio teatral? El recordado intérprete de unipersonales célebres como Isadora lo niega.
"Para mí hacer Teatro en mi casa -que es como llama a la pequeña sala de su hogar y escenario de sus presentaciones- fue la respuesta
que encontré para seguir manteniendo una relación con el teatro. Vi toda otra opción cerrada ese momento, dejar el teatro en ese instante era una idea realmente terrible, pues era dejar la razón de muchos años de mi vida".


Si en una primera etapa Guillén se veía obligado a colocar una hilera de sillas a manera de butacas, hoy en día recibe a su público con el mobiliario habitual de una sala hogareña, los espectadores se sientan en los confortables, en sillas adicionales o en las gradas de la escalera al segundo piso, de esta manera la vida cotidiana y la del actor se fusionan, el espacio escénico es el mismo del mundo privado y personal del actor. "Esto me ha ayudado a aprender mucho a relacionarme con el público -dice Guillén-, yo mismo los recibo, le hablo y los conozco antes del espectáculo, hasta que apago la luz y se inicia la función". La reacción del público es directa, deriva siempre en un diálogo que muchas veces sobrepasa el tiempo del propio montaje. "Esa relación para mí es lo mejor que me ha dado Teatro en mi casa", nos dice Guillén.

En la actualidad, y desde hace siete años, el reconocido actor pone en escena -o en el centro de su sala, debemos decir- una admirable versión de Fausto, de Goethe, convertido en unipersonal. No deja de sorprender cómo un verdadero monumento de la literatura alemana, que a Goethe le tomó 70 años de su vida, nuestro actor lo sintetiza en el espacio de una pequeña mesita de poca altura, que cotidianamente sirve de centro en la sala.

Guillén alterna los personajes de Fausto, Mefistófeles y Margarita, y a partir de la línea argumental que se teje entre los tres, nos presenta a un Mefistófeles lleno de glamour y lentejuelas, que sombrero rojo en mano no seduce a un mundo de ilusión.

Es admirable la experiencia y dominio que ha adquirido en la interpretación de unipersonales. "Para mí el unipersonal es el fruto de haber convocado a todos los fantasmas de un autor y del autor mismo, en caso haya un autor de por medio".
Por la sala de Guillén han transitado y transitan
fantasmas como Ricardo III, los ya aludidos de la obra de Goethe, o el fantasma de Sin paradero oficial, obra sobre un personaje brasileño que muere de sida.


En toda su carrera artística Guillén ha llevado a escena doce unipersonales. Muchos de ellos con participación de autores destacados de nuestro medio como Sara Joffré, Alonso Alegría o Walter Ventosilla. El primero de ellos fue Carné de identidad, estrenado en 1966 en el teatro La Cabaña, con textos de Juan Gonzalo Rose. Pero entre los más controvertidos y célebres, tanto por la fuerza interpretativa del actor como por su audacia, se recuerdan Sarah Bernhardt y las memorias de mi vida (1984), cuyos textos fueron seleccionados por Sara Joffré; con este espectáculo recorrió Argentina y Venezuela, también Domestic Shakespeare, (1984), basado en los sonetos del autor inglés, Isadora (1989), entre otros.

¿Solipsismo? ¿Misantropía? Guillén reconoce a estas alturas de su vida (69 años de edad y 47 de carrera artística) que es lo segundo. Luego de haber superado dilemas existenciales y muy personales, lo admite sin tapujos. Al margen de ello, le debemos el haber desarrollado una vertiente muy compleja y singular del espectáculo teatral como es el unipersonal. "Definitivamente en el unipersonal la exigencia del actor es, mucho mayor. Estás solo, es tu voz y tu cuerpo lo único que está expresando, sin que nadie pueda cubrir un error tuyo. Eres tú, tus fantasmas y el público", concluye.
Goethe y sus espectros esperan cada semana en la acogedora casa de Guillen, un espectáculo escénico en un verdadero ambiente familiar.


Santiago Soberón

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